Despertamos juntos?

11 de abril de 2009

Sábado santo.Vigilia Pascual.Tiempo de espera


Marcos 16,1-7
Jesús Nazareno, el crucificado, ha resucitado
Pasado el sábado, María Magdalena, María la de Santiago, y Salomé compraron aromas para ir a embalsamar a Jesús. Y muy temprano, el primer día de la semana, al salir el sol, fueron al sepulcro. Y se decían unas a otras: "¿Quién nos correrá la piedra de la entrada del sepulcro?" Al mirar, vieron que la piedra estaba corrida, y eso que era muy grande. Entraron en el sepulcro y vieron a un joven sentado a la derecha, vestido de blanco. Y se asustaron. Él les dijo: "No os asustéis. ¿Buscáis a Jesús el Nazareno, el crucificado? No está aquí. Ha resucitado. Mirad el sitio donde lo pusieron. Ahora id a decir a sus discípulos y a Pedro: Él va por delante de vosotros a Galilea. Allí lo veréis, como os dijo."

Romanos 6, 3-11
Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más
Hermanos: Los que por el bautismo nos incorporamos a Cristo fuimos incorporados a su muerte.
Por el bautismo fuimos sepultados con él en la muerte, para que, así como Cristo fue resucitado de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en una vida nueva.
Porque, si nuestra existencia está unida a él en una muerte como la suya, lo estará también en una resurrección como la suya.
Comprendamos que nuestra vieja condición ha sido crucificada con Cristo, quedando destruida nuestra personalidad de pecadores, y nosotros libres de la esclavitud al pecado; porque el que muere ha quedado absuelto del pecado.
Por tanto, si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él; pues sabemos que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más; la muerte ya no tiene dominio sobre él. Porque su morir fue un morir al pecado de una vez para siempre; y su vivir es un vivir para Dios.
Lo mismo vosotros, consideraos muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús.

Salmo responsorial: 15
Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti.
El Señor es el lote de mi heredad y mi copa; mi suerte está en tu mano. Tengo siempre presente al Señor, con él a mi derecha no vacilaré.
Por eso se me alegra el corazón, se gozan mis entrañas, y mi carne descansa serena. Porque no me entregarás a la muerte, ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción.
Me enseñarás el sendero de la vida, me saciarás de gozo en tu presencia, de alegría perpetua a tu derecha.

“Nosotros esperábamos que fuera Él quien librara a Israel. Pero a todo esto ya van tres días que lo mataron” (Lc. 24,13-35)
Celebramos la solemne vigila pascual, la noche más santa, la fiesta más importante del año cristiano: celebramos la Resurrección de Cristo y nuestra propia resurrección.
Es una gozosa celebración de la Resurrección de Jesús que nos hace “pasar”, a cada uno de nosotros, de la muerte a la vida. El templo está a oscuras. Es la oscuridad de la vida alejada de Dios. Pero en ésta oscuridad surge una Luz, Cristo que “ilumina” a todos los que le siguen.

1 comentario:

Angeles dijo...

Gracias por compartir su luz.
Un abrazo.