Despertamos juntos?

2 de julio de 2009

La oración, cura?



Diversas experiencias médicas comienzan a medir el impacto de las creencias religiosas sobre la evolución de la enfermedad y descubren que en muchos casos la oración influye en la recuperación de pacientes aquejados de las más diversas dolencias, incluído el cáncer y los traumas postoperatorios. Si estos descubrimientos se ampliaran y consolidaran, estaríamos asistiendo a una nueva era de la ciencia. Por Harold G. Koenig.

¿Cura Dios los problemas físicos de las personas? Sí, son muchas las personas que han experimentado curaciones divinas. Según un estudio científico, un 14 por ciento de americanos atribuyen sus curaciones físicas a la oración o intervención divina. ¿Cómo lo hace Dios?
Una respuesta a esta pregunta es que Él altera el curso de la naturaleza de manera soberana y misteriosa, actua contrariamente a ella para curar nuestros cuerpos que de otra manera estarían destinados a sufrir alteraciones o muerte por una enfermedad específica. Esto es lo que nosotros llamamos “milagro”, lo que no pueden explicar los médicos. Quedan sorprendidos porque no existe ninguna explicación científica. El enfermo sigue un curso totalmente contrario al pronóstico médico. Los que hemos sido curados de esta forma milagrosa estamos muy agradecidos por habérsenos concedido una segunda oportunidad de vivir. Es como aquel hombre de la Biblia que nació ciego pero pudo ver después de que Jesús le tocara los ojos. Ninguna explicación médica es posible. Dios rompe el orden establecido en la naturaleza y en la creación.
Una segunda respuesta de cómo cura Dios a la gente es que lo hace de una forma que los médicos y los científicos no pueden identificar como milagrosa, aún cuando el orden de la naturaleza ha sido alterado. La naturaleza ha cambiado sutilmente, quizá a nivel anatómico sub-anatómico. Con el advenimiento de la física cuántica sabemos que pueden darse alteraciones apenas perceptibles a niveles cuánticos que pueden llegar a cambiar el curso de los acontecimientos. Más aún, hay que tener en cuenta que Dios existe fuera del tiempo, y puede alterar la naturaleza de forma tal que puede curar a una persona y después cambiar totalmente el curso de la historia de forma que los médicos y científicos no puedan comprobar que haya ocurrido nada anormal. Es importante pensar en esta explicación, porque algunas veces Dios puede curar a las personas sin que los médicos y los científicos puedan probar que se han curado.
Una tercera respuesta a la pregunta de cómo cura Dios a los enfermos es que lo hace a través de nuestra fe en El, activando los procesos fisiológicos del cuerpo (sistema inmune, hormonal, circulatorio— los procesos curativos) para acelerar la curación y recuperación. Mucho se ha dicho sobre el poder de Dios para curar por medios milagrosos, misteriosos e inexplicables, pero se ha hablado menos de cómo Dios, en algunos casos puede utilizar los mismos cuerpos que El ha creado para conseguir una rápida curación a través de procesos naturales, explicables científicamente.

Cerebro y curación

Los científicos están aprendiendo más y más sobre la forma en que varias partes de nuestra mente estan conectadas a procesos fisiológicos de nuestro cuerpo.
En muchos aspectos esto ya es milagroso. Es realmente maravilloso que nuestros cuerpos hayan sido creados de forma que puedan ser “conectados” por Dios. Existen conexiones directas entre el cerebro (centro de nuestra voluntad y de nuestra fe) y los sistemas curativos descritos más arriba. Sabemos que el cerebro está comunicándose continua e inconscientemente con el sistema inmunológico, con el cardiovascular y con otros órganos importantes del cuerpo mediante la liberación de hormonas y otras sustancias de las células nerviosas. Un intricado sistema de los nervios del cerebro se extiende a través de la columna vertebral directamente a los nódulos linfáticos, el bazo y la médula, origen primario y de mantenimiento del sistema inmune. El cerebro también puede comunicarse con las células inmunológicas de la sangre por medio de hormonas y otras proteinas llamadas citoquinas. Las células inmunológicas, a su vez, envian mensajes químicos de vuelta al cerebro completando un intricado lazo de retroalimentació n. El cerebro también envia mensajes a la espina dorsal para acelerar o disminuir la transmision de impulsos dolorosos. Por tanto parece evidente que los caminos anatómicos existen para que el cerebro pueda dirigir el impacto de la experiencia del dolor y la rápida recuperación de infecciones, y otras enfermedades, incluso de la cicatrización después de la cirugía o accidentes.
Estas conexiones con el cerebro y la mente tienen que existir por alguna razón. Hay abundante información científica a favor de que la razón sea el poder conectar nuestra vida psicológica, social y espiritual con nuestro cuerpo físico de forma que trabajen unidos como un todo. Hay que recordar que Jesús no hizo una especial distinción entre mente, cuerpo y espíritu sino que consideró y curó a la gente como personas completas. Quizá lo hizo así porque conocía cómo habíamos sido creadas (puesto que El ha hecho todas las cosas).
Existe un trabajo de investigación actualmente en marcha que demuestra que la forma en que pensamos y sentimos influye significativamente en el sistema inmunológico, en el ritmo cardiaco y presión arterial, en mejorar la recuperación de una enfermedad. Aún más, otros estudios muestran que ciertas actividades religiosas o espitiruales, como participar en los servicios religiosos, leer las sagradas escrituras, rezar, y otras maneras con expresión religiosa, favorecen el funcionamiento físico.Por tanto, se está viendo que las creencias y prácticas religiosas pueden influir en nuestro cuerpo físico a través de mecanismos científicos conocidos, y quizá desconocidos también. Si Dios decide curar nuestros cuerpos de manera milagrosa e inexplicable, o por caminos fisiológicos designados por El cuando creó nuestros cuerpos, es ciertamente una curación Divina, fantástica y maravillosa -especialmente si uno es el curado. En último término, lo que no importa, en realidad, es cómo Dios realiza la curación, sino que El nos ama y desea que seamos un "todo" en cuerpo, mente y espíritu.

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