Despertamos juntos?

1 de junio de 2010

Disipar la Oscuridad




Deepak Chopra


Yo era una persona que sabía casi todo de medicina y casi nada del sanar.
Es hermoso todo aquí arriba, sentado en el avión y mirando las nubes. O ¿tal vez debería decir que todavía es hermoso? En la atmósfera hay peligros invisibles. El aliento tóxico de la industria, los desechos descuidados de la Buena Vida que se lleva allí abajo. Estas olas blancas, hilera tras hilera, se ven tan puras que por un momento uno se olvida.
Treinta y cinco años atrás, en un largo viaje migratorio desde la India a América, a mí no me preocupaba que las nubes se ensuciaban y se envenenaban. No estaba preocupado por nada. Aquel viaje era pura emoción y confianza. Tenía a mi lado a mi joven esposa, y un ofrecimiento de trabajo, fuertemente empuñado en la mano. Todos los jóvenes emprendedores que yo conocía en Delhi estaban mirando hacia Occidente, y cuando llegó la noticia de que la guerra de Vietnam había ocasionado una escasez de médicos en los Estados Unidos, di el salto sin esperar más.


La Buena Vida



Esperaba que la Buena Vida me saliera al encuentro, y lo hizo. Esperaba que la Buena Vida me hiciese feliz, pero no lo hizo.
Hice un esfuerzo de casi veinte años para demostrarme a mí mismo ambas cosas. Esa primera noche, acampado en un raído motel de Nueva Jersey, encendí, por primera vez en mi vida, una televisión en colores y vi que llevaban al hospital, apresuradamente, a una ensangrentada víctima de la violencia del hampa. Dios mío, lo llevaban a la sala de emergencias donde yo estaría trabajando al día siguiente. En algún sentido, esos pocos ingredientes -pacientes necesitados, televisión en colores, y el correr de un hospital a otro- se convirtieron en distintivos de mi nueva existencia.
Pero hacia 1980 me sentía a la deriva, viéndome como una persona que sabía casi todo de medicina y casi nada del sanar. Después de andar a la deriva, sin propósito, hice algo que ninguno de mis amigos indios estaban haciendo: volví a dirigir mi mirada hacia Oriente. No sólo por inquietudes personales. No sólo para encontrar a Dios, de hecho no era ésa mi intención. No dejaba de pensar en otra cosa: ¿por qué la búsqueda de felicidad nos hace tan infelices? Me había dedicado a buscar la felicidad, sin embargo, ahora se asomaba una figura amonestadora, que se interponía en mi camino.
Esta figura era el gurú. Los occidentales ensalzan a sus gurúes y los convierten en superestrellas espirituales, o los demonizan como charlatanes descarados. Pero en la India, un gurú es más bien como tu conciencia. Hablando con exactitud, la palabra sánscrita guru significa ‘el que disipa la oscuridad’, pero en la vida cotidiana los gurúes son como una insistente voz interior que te recuerda que hay cosas más elevadas por las cuales vivir. Huelga decir que los gurúes no encajan con la Buena Vida.
En la India, somos culpables de usar a los gurúes como calmantes espirituales, inofensivos como un vicario inglés, pero buenos para el alma. Decidí tomarlos en serio, porque durante siglos los gurúes han pintado una imagen clara: existen dos formas de vivir: una es la procura del placer; la otra es la procura de moksha, o la liberación. Los dos caminos divergen claramente, y es la razón por la que la Buena Vida y los gurúes no combinan. Me había demostrado a mí mismo que el placer, en y por sí mismo, lleva al agotamiento y al deterioro interior. ¿Qué alternativa podía ofrecer el gurú?


Disciplina Interior y Silencio



No voy a recapitular mis años con Maharishi Mahesh Yogi, salvo para decir que la influencia de un gurú era todo lo que yo había esperado y más. Encontré disciplina interior y silencio, no como fines en sí mismos, sino como aperturas a un reino sutil y desconocido, que impregna a la naturaleza. Después, llegué a confiar en otro aspecto del gurú, conocido como upaguru, o el maestro que está cerca. Upaguru puede ser cualquier persona o cualquier cosa; cualquier experiencia que traiga un destello de discernimiento, un pequeño paso hacia la liberación. Me he sentado en solitaria habitaciones de hotel, en Paraguay o Dubai, y he encendido el televisor con indolencia, sólo para que la siguiente imagen en la pantalla traiga una aparición repentina.
Una vez que te has comprometido a disipar tu propia oscuridad, el gurú está en todas partes. Después de treinta y cinco años en el camino, esta ha probado ser la lección más valiosa. Y ahora creo que es la lección que la humanidad tiene que aprender. ¿Por qué nuestro planeta se encuentra al borde de la catástrofe ecológica? Porque todos quieren la Buena Vida. La quieren en Khartoum tanto como en el centro de Manhattan. Estaremos en peligro mientras la Buena Vida signifique placer sensual, la adquisición de autos, casas, aviones, barcos, vacaciones, esquís acuáticos, etc.
Mirando fijamen-te las nubes hoy, veo al gurú. El mensaje de las nubes es el mismo que el mensaje de Vasishtha o Ramana Maharshi o de cualquier otro verdadero gurú: Vete a ti mismo en forma diferente. No salvaremos al planeta mientras nos veamos a nosotros mismos con ojos antiguos. Si los seres humanos son animales que, insaciables, anhelan el placer, estamos perdidos. Pero la felicidad puede definirse por otro camino, la búsqueda de la liberación. Nunca seré libre mientras sea un individuo aislado que lucha contra la naturaleza. La libertad viene de la rendición, y la primera rendición debe ser a la propia naturaleza.
La naturaleza es una nube. No tiene fronteras. Es increíblemente pura y bella. Sus movimientos son impredecibles. Las nubes siempre están aquí, aunque aparecen y desaparecen, aparentemente al azar, siempre al servicio de la vida. Es posible adoptar tal existencia para nosotros mismos. Los seres humanos siempre han sido observadores del cielo: nos hemos identificado con lo que se encuentra detrás de las nubes.
Así, la elección del gurú queda tan clara como siempre. No me imagino que nadie vaya a comprar espacio publicitario en el mejor horario para declarar que el upagurú es el camino del futuro. Pero las revoluciones brotan inesperadamente (como las nubes, una vez más), y creo que la actual crisis ecológica tiene su dimensión interior. La próxima revolución, la que nos va a salvar, brotará en el interior. Cuando ocurra, la humanidad se experimentará a sí misma de un modo nuevo, y cuando nuestros descendientes eleven la mirada a las nubes, todavía bellas y puras, murmurarán para sí mismos, “Ah, es cierto. Yo soy eso”.
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