Despertamos juntos?

2 de agosto de 2010

Servicialidad


Por Elizabeth Varga Ramírez

Puede que alguien esté pasando un mal momento… Pero esa situación debería verse como una gran oportunidad. Cada problema, calamidad, accidente o aflicción de otros, es una excelente oportunidad energética para cualquiera.
Debe aprovecharse al máximo, de lo contrario esas energías de indiferencia e insensibilidad se incrementarán en el tiempo y en el espacio, regresando en el “tiempo perfecto” a quien las emitió.
Todo aquel que se comporta como un ser humano no dice: ¡Ese no es mi problema!...
Ni tampoco comenta: ¡Yoooo!, yo no me echo ese “muerto” encima. Al contrario, inmediatamente hace, y luego sigue haciendo y accionando. Su misma conciencia o sus mismas “buenas” energías inherentes son las que lo van guiando, manifestando con ello su servicialidad natural.
Son energías de ayuda, generosidad, desapego, apoyo, cooperación, colaboración, empatía, comprensión, amor, bondad y compasión, que se manifiestan con total desprendimiento, magnificencia, altruismo y benignidad, además con seguridad y confianza en sí mismo.
Todos los seres humanos deberían ser, servidores a tiempo completo, utilizando para ello no sólo sus recursos físicos, intelectuales, profesionales o financieros, en todo caso debería aprovechar la situación para experimentarla personalmente.
El servidor natural, acciona como mediador cuando se presentan conflictos o problemas, así como también protege al que lo necesita respetando la individualidad, las ideas, las creencias y las responsabilidades de cada quien.
No espera que le ordenen ni que le digan ni usa el evento para sobresalir entre los demás. Simplemente entiende que lo que está ocurriendo “bueno o malo” sirve de excusa para “crecer como persona” y para interactuar energéticamente con todo lo que le rodea.
Estas energías relacionadas a la servicialidad, las ha venido estimulando, desarrollando y fortaleciendo desde mucho tiempo atrás en su hogar, en sus estudios, en su trabajo, en su comunidad,…, incluso en vidas pasadas.
Ellas no son casuales, ni fortuitas, ni rebuscadas ni han sido adquiridas o compradas. Están allí fortalecidas en su esencia. Su lema siempre ha sido: “Voy hacer exactamente lo que a mi me gustaría que hicieran conmigo si estuviera en esa misma situación”.
O se dice a sí mismo: “En esta situación accionaré como de seguro lo haría Jesús, María, la Madre Teresa de Calcuta, Francisco de Asís, Sai Baba, Gandhi,…”. Cualquiera puede ser la Voz que lo guíe, pero uno será su objetivo: “Servir”.


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PARA FRANCISCO DE ASÍS : QUÉ ES SERVIR Y TRABAJAR?




por Fernando Uribe Escobar, ofm






El análisis de los textos que se refieren al servicio en los opúsculos de Francisco nos ha permitido descubrir que, aunque no hay una definición de la palabra ni se encuentra una presentación sistemática del mismo, sí nos ofrece un concepto bastante claro a través de las tres dimensiones que hemos descubierto, es decir, en sus relaciones con Dios, con los hermanos y con el concepto de trabajo. En todas ellas se ve claramente que servir no es una actividad como cualquiera de las muchas que puede ejercer el ser humano, sino que es la consecuencia de una toma de posición fundamental ante Dios, ante los demás y ante sí mismo. Es la toma de posición del que se sabe menor, del que quiere ser siervo. Tal actitud encuentra su razón de ser y su fundamento en Jesucristo, el siervo paciente, el que lavó los pies de sus discípulos.
A manera de conclusión de cuanto hemos visto precedentemente y a fin de que este análisis no se quede en una simple reflexión especulativa, tratemos de ver hasta qué punto la concepción de servicio que presentan los escritos de Francisco puede repercutir en nuestra vida hoy. Ante la imposibilidad de desarrollar aquí cada uno de los aspectos que propondremos, nos bastará un enunciado de los mismos, a manera de sugerencias de actualización para una reflexión que posteriormente podría ser ampliada según los intereses de cada cual.
1. Hemos visto que, para Francisco, Dios debe ocupar el primado absoluto en la vida del hombre. Una tal prioridad de Dios implica necesariamente que el hombre en su totalidad se dedique a su servicio. Esto nos invita a cuestionarnos hasta qué punto todo nuestro ser y toda nuestra historia personal están en la dinámica de esa prioridad absoluta de Dios, o si, por el contrario, estamos cultivando la dicotomía de servir en parte a Dios y en parte a nuestros intereses egoístas.
2. En la mente de Francisco el servicio a Dios está en estrecha relación con la vida de penitencia y, por lo mismo, con el servicio al hombre; no es una evasión de la realidad ni una mistificación. Por ello, sólo en la medida en que haya manifestaciones concretas de amor y de servicio a los demás, particularmente a los más marginados de la tierra, sabremos si estamos amando y sirviendo como debemos a Dios.
3. Una de las notas características del servicio fraterno es la reciprocidad, es decir, el doble movimiento en el intercambio de servicios entre los hermanos. Dicha característica brota del valor que se da a la persona del hermano y es la expresión de un acto voluntario y libre y, por lo mismo, totalmente responsable. Esto exige de cada uno, entre otras cosas, una búsqueda permanente del hermano, una atenta preocupación por procurarle aquello que necesita y un sentido de exquisita cortesía aun para adivinar sus gustos e intereses.
4. El servicio recíproco presenta dos exigencias fundamentales: a) por parte del que lo ofrece, debe ser indiscriminado, es decir, sin acepción de personas; b) por parte del que lo recibe, debe ser humilde, es decir, sin temor de expresar sinceramente la propia necesidad al hermano.
5. Para Francisco, la actitud de servir nace de la convicción de que se es menor y siervo de todos, haciendo del servicio una cualidad inherente a la condición de hermano menor. Es una convicción que debe ser común a todos los hermanos menores, sean clérigos o laicos. No debe haber, por tanto, excepciones entre los hermanos para servir, ni por razón de los cargos, ni de los méritos, ni de los grados académicos, ni de las órdenes sagradas. Los hermanos que son clérigos están llamados a prestar un servicio específico en la Iglesia, pero siempre como hermanos menores; su condición de clérigos no anula en ningún momento su condición prioritaria de hermanos menores, la cual conlleva la tarea de ser misioneros de la fraternidad y de la minoridad en la Iglesia; su vocación específica les exige una permanente preocupación por realizar su sacerdocio ministerial como menores y por tener como tarea primordial la evangelización a través de la fraternidad y minoridad.
6. El nombre de «ministros y siervos» para designar a quienes prestan el servicio de la autoridad es de por sí una clara indicación para determinar la naturaleza de su oficio. Su tarea es el servicio y la utilidad común de los hermanos en función de la fidelidad al Evangelio. Esta concepción de la autoridad comporta una revisión profunda de la concepción que de este servicio se tiene en algunos ámbitos, en los que ser ministro o guardián es tomado como un honor y hasta como un instrumento de dominio sobre los demás. Exigiría también la corrección de algunas estructuras administrativas y aun de ciertos procesos de elección (por ejemplo, de los ministros provinciales), en los que las presiones y los juegos políticos desvirtúan la naturaleza de este servicio.
7. La estrecha relación que hay entre los términos «servicio» y «trabajo» en los opúsculos de Francisco le dan a este último una connotación teológica de gran valor, la cual exigiría un replanteamiento de ciertos criterios en el enfoque actual del trabajo. Entre estos criterios vale la pena mencionar los siguientes: a) El hermano menor no trabaja prioritariamente para ganar dinero, ni para ocupar el tiempo, ni para adquirir dominio, sino para realizar su vocación de servidor y para compartir como menor la condición de los menores de la tierra. b) El trabajo de los hermanos menores es un servicio testimonial al pueblo con el cual conviven; esto implica saber adoptar el mismo tipo de trabajo que ejecuta el pueblo y renunciar a otros trabajos lucrativos que no son populares. c) Los trabajos domésticos, aun los más pequeños, tienen un valor grande de servicio a la Fraternidad; deben ser, por tanto, revalorizados y ejecutados indistintamente por clérigos y no clérigos.
8. La insistencia de Francisco en que los trabajos de los hermanos deben ser compatibles con su condición de menores, es decir, no buscando puestos de prestigio ni cargos de renombre, invita a revisar ciertas actitudes arrivistas, a replantear el espíritu con que se ejecutan algunos servicios clericales y aun a corregir la forma clerical como algunos hermanos no clérigos enfocan su servicio al pueblo y a la evangelización, pues algunas veces actúan como pequeños curas.
Una correcta comprensión de las enseñanzas que nos dejó Francisco sobre el servicio y una adecuada actualización de las mismas a través de nuestra forma de vida, permitirá que el término «servicio» sea más que un simple eufemismo y nos hará creíbles ante los demás.




"Señor
muéstrame tus caminos,
guíame por tus senderos,
guíame, encamíname en tu verdad,
pues tu eres mi Dios y salvador.
¡En ti confío a todas horas!
(Salmo 25, 4-5)
Todas las horas de este día
te las entrego, Señor, en tus manos.
Muéstrame tus caminos
y guíame en tu verdad.
¡Eres el Dios de la bondad y la alegría!
¡Bendito eres para siempre!
Amén

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