Despertamos juntos?

1 de septiembre de 2010

Un lugar solitario...


El desierto es el lugar del silencio y de la soledad. Allí se toma distancia de los acontecimientos cotidianos. Se huye del ruido y de la superficialidad. El desierto es el lugar del absoluto, el lugar de la libertad en el que el hombre se enfrenta con sus últimas preguntas. No es por casualidad que el desierto es el lugar donde nace el monoteísmo. En este sentido, es el terreno propicio a la gracia.

Allí el hombre, alejado de sus preocupaciones, encuentra a su Creador. Las grandes cosas empiezan en el desierto, en el silencio, en la pobreza. Nosotros mismos no podríamos participar en la misión del Evangelio sin entrar en esa experiencia de desierto, de su indigencia, de su hambre. La bienaventurada hambre de la que habla el Señor en el Sermón de la Montaña (Mt 5,6) no podría nacer de la saciedad de los que están llenos.

Y no olvidemos que el desierto de Jesús no acaba con los cuarenta días que siguieron a su bautismo. Su último desierto será el que viene expresado en el salmo 21: «Dios mío, Dios mío ¿por qué me has abandonado?».

Es de este desierto que brotan las aguas de la vida del mundo.


"Todas nuestras voces se agolpan a tus puertas.Todas nuestras olas mueren en tus playas.
Todos nuestros vientos duermen en tus horizontes.Los deseos más recónditos, sin saberlo
te reclaman y te invocan.
Los anhelos más profundos te buscan impacientemente.Eres noche estrellada,música de diamantes,vértice del universo,fuego de pedernal."


Oración de la mañana


Señor, en el silencio de este día que nace, vengo a pedirte paz, sabiduría y fortaleza.Hoy quiero mirar el mundo con ojos llenos de amor; ser paciente, comprensivo, humilde, suave y bueno.Ver detrás de las apariencias a tus hijos, como los ves Tú mismo, para, así,poder apreciar la bondad de cada uno. Cierra mis oídos a toda murmuración, guarda mi lengua de toda maledicencia, que sólo los pensamientos que bendigan permanezcan en mí. Quiero ser tan bien intencionado y justo que todos los que se acerquen a mí, sientan tu presencia. Revísteme de tu bondad, Señor, y haz que durante este día, yo te refleje. Amén.


Oración de abandono

Padre,me pongo en tus manos.Haz de mí lo que quieras.Sea lo que sea, te doy gracias.
Estoy dispuesto a todo;lo acepto todo con tal de que tu voluntad se cumpla en mí y en todas tus criaturas.No deseo ninguna otra cosa, Padre.
Te ofrezco mi vida.Te la doy con todo el amor de que soy capaz.Porque te amo y necesito darme:ponerme en tus manos,sin medida,con una infinita confianza.Porque Tú eres mi Padre.

1 comentario:

nugua dijo...

Los desiertos del alma nos van dando día a día valores que enriquecen nuestra propia existencia. Esa soledad interna y ese silencio intimo es la fuente de la fuerza para seguir la lucha del día a día. ¡Bendita soledad que nos colma de su presencia!¡Bendito silencio que nos enseña el camino!