Despertamos juntos?

5 de mayo de 2020

EDGAR CAYCE, ENCRUCIJADA VISIONARIA ENTRE EL CRISTIANISMO Y EL ESOTERISMO

El Legado de Cayce Mientras los hijos de Cayce combatían en la guerra, Gladys Davis se dedicó a archivar, clasificar y catalogar la información de las lecturas que ella misma había, en gran parte, anotado y dactilografiado con esfuerzo y paciencia. Concluyó el proyecto en 1971, ¡un cuarto de siglo después de haberlo iniciado! En el curso de su trabajo, pudo apreciar la amplitud y la diversidad de los temas mencionados en las lecturas. Éstas cubren unos diez mil asuntos diferentes y contestan casi todas las interrogantes imaginables en el tiempo de Cayce. Además de asumir esa considerable tarea, Gladys fue secretaria de las organizaciones vinculadas a la obra de Cayce, hasta su muerte en 1986 a la edad de ochenta y un años. Por su parte, Hugh Lynn Cayce se hizo cargo del A.R.E. Despertó el interés de muchos en los conceptos holísticos de las lecturas y en el rol de la Asociación. Cuando falleció en 1982, la cifra total de miembros había aumentado de algunos cientos a decenas de miles. En la actualidad, innumerables personas en el mundo se benefician del legado de Edgar Cayce sobre la salud, la reencarnación, los sueños, la percepción extrasensorial, la meditación, el crecimiento espiritual, el estudio comparativo de las religiones, la existencia después de la muerte, la astrología, las profecías, los problemas mundiales, y más. ¿De dónde provenía el saber comunicado en las lecturas? En general, Cayce lo adquiría de dos maneras distintas: entrando en contacto con el subconsciente de quienes solicitaban las lecturas; y recurriendo a los registros akáshicos, que él llamaba también el libro de la memoria de Dios, archivos completos para todas las almas desde su creación, inscritos en las coordenadas espacio-tiempo. Teniendo acceso a las fuentes universales de conocimiento, Cayce era capaz de disertar acerca de cualquier materia. Hoy en día, varias organizaciones utilizan los datos psíquicos suministrados por Edgar Cayce en trance. El A.R.E., Association for Research and Enlightenment, Inc. (Asociación para la Investigación y el Desarrollo Espiritual), es una asociación de envergadura mundial que sigue examinando y documentando los preceptos de las lecturas. Comparte los mismos por medio de publicaciones, de conferencias, de reuniones, así como de actividades educativas, culturales y sociales para adultos y jóvenes. Edgar Cayce Foundation (Fundación Edgar Cayce) es una organización autónoma legalmente responsable de las lecturas. Compara las nociones transmitidas por Cayce con las procedentes de otras tendencias. Atlantic University (Universidad Atlántica), que había cerrado sus puertas en 1931, las abrió de nuevo en 1985; ofrece un programa de maestría en estudios transpersonales. Cayce-Reilly School of Massotherapy (Escuela de Masoterapia Cayce-Reilly) forma masajistas y terapeutas según los fundamentos holísticos de las lecturas. A.R.E. Health Services Department (Departamento de Salud del A.R.E.) usa esos conceptos en sus terapias naturales. Health and Rejuvenation Research Center (Centro de Investigaciones sobre la Salud y el Rejuvenecimiento) atiende a pacientes y profundiza en los asuntos médicos abordados por Cayce, tomando en cuenta los adelantos de la medicina moderna. La existencia de todas estas organizaciones atestigua que la información psíquica contenida en las lecturas de Edgar Cayce, fotógrafo de principios del siglo XX oriundo del campo, ha pasado exitosamente la prueba de la intensa investigación a la que está sometida desde hace muchos años. CRECIMIENTO ESPIRITUAL, ORACION Y MEDITACION 06.retrato de cayce y gertrude Uno de los temas fundamentales de las lecturas se refiere a nuestra relación con la Fuerza Creadora. Por esta razón, durante once años, de 1931 a 1942, Edgar Cayce dictó una serie de ciento treinta lecturas a un grupo de personas interesadas en las leyes espirituales (el Grupo de Estudio nº 1). Al principio, ciertos miembros del grupo sólo querían aprender a desarrollar sus poderes psíquicos. Cayce les dijo que, más bien, debían esforzarse por progresar espiritualmente. Les explicó que, según sus necesidades personales y el motivo de su presente encarnación, sus facultades extrasensoriales resultarían de su perseverancia en analizar y poner en práctica los principios universales. La información compilada por el Grupo de Estudio nº 1 a partir de esa serie de lecturas dio lugar al libro En busca de Dios, el cual expone conceptos espirituales aplicables en la vida cotidiana. El mismo nos despierta a la verdad, nos hace entender nuestra auténtica naturaleza divina y nos conduce hacia la Luz. Nos revela el propósito de la existencia y nos ayuda a cumplir nuestra misión en la tierra. Nos brinda paz, esperanza y la sublime felicidad de sentirnos en armonía con el Creador y con nuestros semejantes. Mostrándonos que formamos parte de Dios y somos uno en Él, nos alienta a contribuir a la edificación de un mundo mejor y a convertirnos en nobles instrumentos de la voluntad del Señor, en puras expresiones del amor universal. Los preceptos que ofrece han sido acogidos por gente de todas las tendencias religiosas. Continúan inspirando y transformando a innumerables personas, permitiéndoles elevar su nivel de conciencia a través de la oración, la meditación, la cooperación, la fe, la paciencia y el altruismo. Hoy en día, existen en el mundo muchos grupos de estudio, nombre genérico de los grupos de discusión que se reúnen semanalmente para profundizar en los temas abordados en las lecturas de Edgar Cayce. Según Cayce, somos seres espirituales actualmente encarnados en la tierra. En efecto, el hombre no es un cuerpo físico dotado de un alma, sino un alma que se encuentra en la materia a fin de sacar provecho de sus experiencias y de retornar a la Fuente suprema. En la Biblia también, vemos que el ser espiritual (Génesis 1) fue creado antes que el ser físico (Génesis 2). Puesto que comprender y manifestar nuestra verdadera relación con Dios y la Creación constituyen la finalidad de nuestra presencia sobre la tierra, deberíamos meditar regularmente. Notemos que Cayce ya mencionaba y recomendaba la meditación en 1921, cuando la mayoría de la gente en el mundo occidental ni siquiera sabía lo que era. Se empezó a hablar de la misma en los años 1970, aunque para muchos siguió siendo una noción extraña, propia de las religiones orientales. Desde entonces, abundantes investigaciones clínicas han demostrado su influencia positiva sobre la salud y el bienestar en general. Numerosos médicos la reconocen ahora como una manera eficaz de reducir la hipertensión arterial, de disminuir el estrés y de lograr más serenidad. Meditar consiste en aquietar el cuerpo y la mente, y en cesar de concentrar nuestra atención en el mundo exterior, a fin de unirnos a Dios en el silencio de nuestro santuario interior. La meditación actúa favorablemente en el plano físico, relajando el cuerpo; en el plano mental, calmando los pensamientos y las ansiedades; y en el plano espiritual, renovando la energía vital y estimulando nuestros atributos divinos. Esto nos permite llevar una existencia más útil, mejorar nuestras relaciones con las personas que nos rodean y enfrentar con ánimo las dificultades que se presentan. Al dedicar cada día un rato a liberar la mente de las múltiples preocupaciones que la asaltan, vamos recobrando la plena conciencia de nuestra esencia divina. Podemos decir que orar es dirigirnos a Dios y hablarle, mientras que meditar significa escuchar a Dios, dejando que nos instruya y nos guíe la parte de nuestro ser que se halla en constante comunión con el Infinito. Aplicando algunas reglas sencillas, la meditación está al alcance de todos, e incluso los principiantes perciben los efectos beneficiosos de un período de silencio motivado por un ideal elevado. La primera etapa requiere que se adopte una posición confortable; por ejemplo, sentarse en una silla, con la espalda recta, los pies planos en el suelo, los ojos cerrados y las manos en el regazo o a los costados. Empezar a relajarse efectuando respiraciones lentas y profundas, inspirar hondo y retener un poco el aire en los pulmones antes de espirar despacio. Al mismo tiempo, ir buscando con la mente las tensiones existentes en el cuerpo, y sucesivamente eliminarlas usando la imaginación o masajeando las zonas correspondientes con la yema de los dedos. La segunda etapa radica en concentrarse en un pensamiento pacífico e inspirador, llamado afirmación: por ejemplo, la paz me envuelve y reina en mí, estoy en un estado de relajación total, un versículo de la Biblia, un aforismo espiritual como Dios es Amor. Conviene impedir que la mente vagabundee o se extravíe en las tareas a desempeñar, lo que acaba de ocurrir en el trabajo, u otras consideraciones. Después de reflexionar sobre el mensaje de la afirmación, analizando cada palabra con cuidado, es necesario impregnarse de su significado. En efecto, las impresiones experimentadas en el ser interior impactan mucho más que las palabras mismas. Así, no basta con repetir Dios es Amor, pues es el sentimiento que acompaña esta aserción el que le da su fuerza y su amplitud. La tercera etapa representa la meditación en sí. Consiste en permanecer en silencio, sumergiéndose en los sentimientos producidos por la afirmación. En cuanto la mente se desvía, es indispensable volver a concentrarse, primero en el sentido de las palabras de la afirmación y luego en los sentimientos que éstas suscitan. No desalentarse si la mente divaga: poder fijar la atención en un solo pensamiento exige tiempo. Al principio, observar períodos de silencio de unos cinco minutos, pero ir aumentándolos hasta quince o veinte minutos después de cierto entrenamiento. La cuarta etapa precisa que se envíen buenos pensamientos u oraciones a otras personas antes de concluir la sesión de meditación. Por ejemplo, en el caso de haber elegido el amor como tema central, dirigir este sentimiento hacia los seres queridos y quienquiera que lo necesite. Practicándola cotidianamente, la meditación se hace cada vez más fácil, y la quietud que emana de esos momentos de concentración silenciosa y de recogimiento se refleja en todos los aspectos de la vida. A diferencia de quienes sostienen que la mente debe quedar inactiva, porque se deja distraer y altera el proceso de meditación, Cayce declara en las lecturas que el poder creador de la mente puede utilizarse de manera adecuada para alcanzar un alto grado de armonización con la Fuente Universal. Meditar regularmente propicia la curación física, mental y espiritual. Gracias a las afirmaciones constructivas que empleamos y al ideal que mantenemos durante la meditación, nuestras tendencias negativas desaparecen, siendo reemplazadas por actitudes más positivas. Por lo general, desperdiciamos horas en ocupaciones que ningún beneficio nos aportan, mientras que un ratito reservado a la oración y a la meditación nos proporcionaría más paz, alegría y plenitud que cualquier otra actividad. Busquemos primero el reino de los cielos, que está dentro de nosotros. La palabra y las promesas divinas son eternas: invoquemos al Señor, sabiendo que somos el templo del Dios viviente, que el Todopoderoso reside en nuestro santuario interior. En el silencio de la meditación, una vez relajado el cuerpo, serena la mente y olvidadas las preocupaciones, nos abrimos a nuestra naturaleza espiritual y nos unimos a la Fuerza Creadora. Las lecturas de Edgar Cayce subrayan que todos deberíamos meditar, pues la comunión con Dios es primordial. En efecto, el alma, nuestro ser superior, no se complace sino en lo divino y aspira a morar en el seno del Creador. La meditación asidua nos ayuda a comprender y manifestar nuestra relación íntima con el Señor, a aplicar los principios universales en la vida diaria, a distinguir la omnipresencia de Dios, y a prepararnos para que la transición que llamamos muerte constituya un paso adicional hacia el entendimiento cada vez más perfecto del Padre.

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